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La historia desde abajo 
Por Christian Echeverría
Sábado 13 de octubre de 2012.

¨El robo de nuestras tierras, la discriminación, la explotación, opresión, represión, asesinatos y masacres [que] continúan (…) ¿Por qué tantas mascares contra el pueblo indígena? (…) la independencia de nuestro pueblo Maya tenemos que seguirla peleando, hasta conquistarla. (…) ¡Qué todos se levanten, que se llame a todos, que no haya ni uno ni dos grupos entre nosotros que se quede atrás de los demás!¨  [Declaración de Iximché, 1980].

La masacre de Totonicapán de 2012, es un desafío ético para la sociedad, pero solamente un sujeto político puede proponer normas legítimas de relación social.   

Un poco más de un año cumplo en este octubre de horror, de escribir en medios como Plaza Pública, y en ese período logré escribir en otros como la Revista Público, Radio Ati o algún otro del que fui censurado y terminé mi relación. Siempre quise escribir.
Mis primeros artículos se debatían entre el boletín técnico oenegero y el panfleto estudiantil. Me lo dijo un jefe editorial experimentado. Aunque me enojé, porque mi ego clasemediero se ofendió; con el tiempo veo que tenía razón y he mejorado. He realizado entrevistas e investigación que pueden ser el inicio de una carrera como periodista.

Hago mi mejor esfuerzo intelectual, lingüístico y económico, por trasladar a los lectores, -entrevista sin grabadora ni cámara de por medio-, las voces de estos sujetos subalternos de la estructura de poder y relación social de la sociedad guatemalteca (sin pretender pomposamente ser su voz ni excluirme de ellos, pues también soy un oprimido).   

Entonces he entrevistado a los de abajo. A Margarita Valenzuela y pobladores xinkas urbano-marginados durante su huelga de hambre frente al Congreso a fines del año pasado. A Benjamín Manuel, líder campesino maya expatrullero civil, sobreviviente de la masacre de Plan de Sánchez en el juicio que sentenció a sus perpetradores materiales. A Julia Herrera, lidereza belemita que demanda educación de calidad, y al sastre Roberto Cuyán, padre de familia. Al líder campesino Daniel Pascual del CUC, el día y la hora en el que el mismo López Bonilla le confirmó por blackberry el levantamiento del estado de sitio en Barillas.

Reporté las conferencias de prensa del Parlamento del Pueblo Xinka y el de la Convergencia Nacional Maya Waqib Kej, rechazando las reformas constitucionales del ejecutivo. Presencié las audiencias judiciales de Plan de Sánchez, Dos Erres y los testimonios de la infamia de Sepur Zarco, igual que la marcha indígena y campesina de marzo; y difundí testimonios, fotografías, conferencias de prensa, comunicados y hasta cartas abiertas de la sociedad civil en las redes sociales, exigiendo la dimisión ministerial del aparato de seguridad completo del actual régimen binominal oligarquía-cúpula militar tras la masacre de los Cuatro Caminos. Pero ¿para qué?

La respuesta no es fácil y no la da un panfleto. ¨La historia desde abajo¨, es un concepto surgido de las ciencias sociales con enfoque neo-marxista de los historiadores británicos Thompson y Hobsbawn, que empiezo a conocer desde las recientes discusiones en AVANCSO sobre la historia de las resistencias populares en Guatemala, propuestas por el trabajo de autores guatemaltecos como Manolo Vela Castañeda entre otros. Es decir, aproximarse a las luchas, organizaciones sociales, resistencias, poder y relaciones interétnicas e intergénero complejas de aquellos sectores y sujetos que tienen en común su situación objetiva de estar sometidos en una relación de subalteridad con otros sujetos y sectores a lo largo de la historia de Guatemala, en particular durante la guerra interna. Sus motivos para rebelarse contra el poder hegemónico y sus complejas disputas de poder.
Todo ello me llevó a preguntarme, que si ayer todos estos sectores hoy igualmente sub alternos (y masacrados) que van desde campesinos mayas hasta trabajadores urbanos sindicalizados (como Ovidio Ortiz asesinado este año), convergían antes en las guerrillas; ¿Dónde convergemos hoy? Y pienso que actualmente lo hacemos en los llamados ¨acompañamientos¨ que se realizan en las Oenegés de toda índole (desde las organizaciones feministas que acompañan a las testigas del Sepur Zarco, hasta los medios independientes que amplifican las acciones políticas de los movimientos mayas rurales desde la ciudad y el internet mestizos). Oenegés, muchas veces financiadas por extranjeros, administradas por mestizos y con mayas como beneficiarios.

Se recicla la subalteridad, y se precariza la acción social, porque si antes morían juntos en la montaña por la causa de la Revolución marxista-leninista y la patria plurinacional; hoy unos acompañan a los otros en sus luchas por evitar unas reformas elitistas y para que el sistema simplemente les escuche, a pesar de que la defensa del territorio (y las vidas que sigue costando) son fundamentales; esto no es una revolución, a propósito de octubre. Es una resistencia para sobrevivir. 

En efecto, la acción irracional del Estado en Totonicapán, inseparable de su historia contrainsurgente (no hay análisis serio que pueda sostener lo contrario), debe investigarse por el MP, y castigarse a los responsables de todo nivel por el delito de ejecución extrajudicial que allí sucedió, en un proceso sin influencias externas. Pero este horror, también es una disputa ética en la sociedad por todos lados y formas, en medio de una muy fea tensión.

Hoy más que nunca, para que los valores de la dignidad humana salgan airosos, es necesario re-politizar al sujeto y a la sociedad en su conjunto. Llamar a la condena moral de la injusticia, la exclusión y la represión institucionalizadas de unos sobre otros, es decir de la subalteridad de unos hacia otros, y exigir justicia en todo el sentido de la palabra.

Re-politizar a una sociedad des-politizada, debido a que la globalización posmoderna ha impuesto una cultura política única posible. La del formalismo representativo, de lo que no se puede pensar distinto ni elaborar otra ética, que no sea la ¨neutralidad¨, o sea poner a finqueros agroexportadores e hidroeléctricas usurpadores de territorio y promotores de represión popular (según la misma voz de ¨los de abajo¨), en la misma balanza moral y social que los manifestantes que buscan liberarse de ello, ante los conflictos y responsabilizarles igualmente de las crisis. 

Y des-politizada, debido también a un efecto a largo plazo de este terror impuesto ¨desde arriba¨, y que hoy columnistas como Juan Luis Font quieren hacer olvidar a la colectividad; y que hace tener miedo a pensar distinto y a la condena social de esa cultura burguesa única que se impone en un sin fin de (a veces bien intencionados) columnistas humanistas citadinos de clase media; debido a que este terror (de ayer y de hoy), ha logrado, además de matar el cuerpo, también matar las mentes de muchos y colonizado sus emociones. Es necesaria la ética en el discurso y deslegitimar la barbarie ante la sociedad.

Mariano González preguntaba en su columna por una respuesta política de los oprimidos hoy hacia el Estado que no puede responder de otra manera distinta hacia ellos, a la que tuvo en Toto por su propia naturaleza. Es octubre, mes revolucionario y mes de dolor en 2012. La revolución de la sociedad guatemalteca en su día, fue posible gracias a la esperanza de los subalternos por un mundo mejor, pero esa esperanza solo puede conocerse, si realizamos el más pertinente acto ético desde la formación de opinión pública hoy día, que no es otro que exigir justicia y contar la historia desde abajo.         

Foto de: Marcha indígena campesina y popular

FUENTES PARA EL ARTÍCULO:


·     Font, Juan Luis (octubre de 2012). Delirio. Elperiódico. Consultada el 10 de octubre de 2012, desde: http://www.elperiodico.com.gt/es/20121005/opinion/218812/?fb_action_ids=418905051492214&fb_action_types=og.likes&fb_source=aggregation&fb_aggregation_id=288381481237582
·         SEPAZ (2011). Guatemala la infinita historia de las resistencias. Magna Terra Editores.

 

     

  
         


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