GRACIAS a los soldados...

Por Pablo Bromo

Foto: Jean-Marie Simon
(Guatemala: Eterna primavera,
eterna tiranía)

Gracias a los soldados, y no a los poetas, las balas son el orgullo nacional de este país que se desangra y palidece a cada segundo, como un gato moribundo en medio de un enjambre de avispas asesinas. Gracias a los soldados, y no a los poetas, la herencia que le estamos dejando a nuestros niños, es la de una libertad doblegada y aprisionada por la mano dura, tendida en el fondo de una fosa común y olvidada por la gran mayoría a través de los años y los años. Gracias a nuestros soldados, y no a los poetas, en nuestro diccionario la palabra Ley, significa pólvora. Gracias a nuestros soldados, y no a los poetas, el sustantivo más usado en los últimos treinta años de historia en Guatemala es: dolor.

Gracias a los soldados, y no a los poetas, "violación" es una palabra común y corriente, usada sobre todo, por los más débiles, que en pocas palabras somos todos. Gracias a los soldados, y no a los poetas, aquí la vida no vale nada. Gracias a los soldados, y no a los poetas, miles de mujeres, y niñas, fueron ultrajadas bajo el denso silencio de la selva y el estruendo abominable de un escuadrón completo. Gracias a los soldados, y no a los poetas, la libertad de expresión es una cláusula que nunca ha existido en la Constitución. Gracias a los soldados, y no a los poetas, hay un sinfín de historias dolorosas que cuentan los familiares de los miles de desaparecidos a lo largo y ancho del territorio de este país. Gracias a los soldados, y no a los poetas, el genocidio es algo que existe en los cuentos de soldados, escritos por soldados, en un país lleno de soldados que son dirigidos por generales soldados, que tienen esposas y amigos corruptos que dicen: "aquí, no hubo genocidio".

Gracias a los soldados, y no a los poetas, las balas tienen una misión específica: matar. Gracias a los soldados, y no a los poetas, la lucha sigue siendo contra el Sistema y su devaluaciones constantes. Gracias a los soldados, y no a los poetas, huir de tu propio país resulta, a veces, la única opción. Gracias a los soldados, y no a los poetas, un arma de fuego es la imagen más patética y cobarde de hacer justicia. Gracias a los soldados, y no a los poetas, un niño llora desconsoladamente y confundido, tras la muerte abrupta de su padre en el altiplano guatemalteco, un día cualquiera de un mes cualquiera. Gracias a los soldados, y no a los poetas, ese difunto padre no podrá cargar a sus nietos cuando el niño crezca y tenga hijos sin orgullo ni patria. Gracias a los soldados, y no a los poetas, el presente de este país es sólo pólvora, lamento, paranoia y desasosiego. Gracias a los soldados, y no a los poetas, un fusil en forma de guitarra es capaz de asesinar, ensordecedoramente, a más de cinco mil ingenuos en un estadio un día domingo. Gracias a los soldados, y no a los poetas, avanzar significa volver al pasado.
 
Gracias a los soldados, y no a los poetas, el poder intelectual de generaciones pasadas, sencillamente: desapareció. Gracias a los soldados, y no a los poetas, la vida aquí no tiene un mejor panorama. Gracias a los soldados, y no a los poetas, la muerte sigue siendo nuestro pan de cada día. Gracias a los soldados, y no a los poetas, nuestro futuro viste de luto en los días que una celebración es necesaria. Gracias a los soldados, y no a los poetas, la rebelión está por venir en cualquier momento. Gracias a los soldados, y no a los poetas, el engaño se ha vuelto cosa de respirar todos los días desde cualquier rincón del país. Gracias a los soldados, y no a los poetas, los diarios anuncian desconsuelo en cada una de sus páginas. Gracias a los soldados, y no a los poetas, miles de familias fueron desalojadas de sus tierras, que eran lo único que tenían. Gracias a los soldados, y no a los poetas, miles de guatemaltecos han sido privados de lo único que verdaderamente les pertenece: la vida.


Gracias a los soldados, y no a los poetas, lo ocurrido en Totonicapán el jueves pasado, es un recordatorio constante de lo ocurrido en el pasado, y no un evento fortuito, del cual algunos se enorgullecen de tildar como "justo y necesario".
 
Gracias a los soldados, y no a los poetas, aquí no hay futuro, ni respeto, ni dignidad.


(Tomado de http://labicibromo.blogspot.com)

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